Tienes el teléfono de moda y apenas dura unos cuantos meses, ha pasado el tiempo y tu computadora ya es obsoleta. Vivimos en la era de la velocidad, la vida avanza sin tregua, el mundo que nos rodea se mueve con una rapidez absoluta. Estamos inmersos en una cultura acelerada.
Hoy como adultos, incluso, hemos robado la infancia a nuestros hijos, tenemos prisa por que sean grandes y aunque queremos hacer lo mejor para ellos, caemos en el exceso y provocamos un efecto negativo. Los conducimos hacia la era de la prisa: “Apúrate”, “Corre”, “Se hace tarde”, etc.
Carl Honore escritor francés, tras una experiencia con su hijo al cual diagnosticaron como súper dotado artísticamente, publicó su libro “Bajo presión. Cómo educar a nuestros hijos en un mundo híper exigente”
Durante una reunión de padres en una escuela de Londres, como lo comenta Honore, los halagos dirigidos a su hijo y su talento artístico alcanzaron niveles inesperados, uno de sus trabajos, un boceto de un mago dibujado al estilo de Quentin Blake estaba colgado en la pared con chinchetas como modelo para los demás alumnos, dice Carl al tiempo que acota lo que comentó la profesora: “Es increíble que un niño de 7 años, por iniciativa propia, haya representado la perspectiva de esta forma”, me decía entusiasmada, “Su hijo verdaderamente destaca en clase, es un joven artista súper dotado”.
Carl narra que salió de ahí con grandes expectativas, “Me puse a buscar en Google cursos y profesores de clases particulares de arte para cultivar ese don en mi hijo. En mi mente circulaban las imágenes de lo que podría ser el próximo Picasso, “Papá ya no quiero un profesor particular, solo quiero dibujar”, le contestó su hijo mientras desayunaban.
¿Por qué lo adultos siempre tienen que controlar todo? Bajo presión representa un estudio de la situación actual, un llamado a frenar la presión social y los mensajes ocultos, tanto de los medios de comunicación como de la industria de la publicidad.
Hoy, queremos que nuestros hijos destaquen en varias aficiones por encima del resto, que nunca holgazaneen y se interesen por aquello que no les represente un resultado cuantificable e inmediato. Como padres queremos que tengan el mismo ritmo imparable y agotador que tenemos nosotros para que así se refleje la medida de su éxito, les enseñamos a vivir con prisa con un ambiente acelerado, nuestros niños tienen organizado cada pequeño aspecto de su vida, con pautas que no corresponden a las de la infancia, sino a las de un mundo adulto. La clase de mandarín a los 4 años, es una cuestión inapelable, el resultado por su puesto es la falta de libertad de los niños.
Hoy escogemos todo, su opinión no cuenta porque creemos que sabemos mejor que ellos lo que les conviene. Nos consideramos directores de su vida y les dejamos un papel secundario, los niños necesitan tiempo, espacio para explorar el mundo por sí mismos para así aprender a imaginar y relacionarse.
La buena noticia es que el cambio ya viene, en Europa, Asia y Norteamérica la gente ya hace cosas para cambiar la situación, para dar a los niños mas libertad para explorar el mundo a su ritmo y permitirles, ser niños de nuevo.
Todos estos cambios implican que las cosas sucedan de una manera orgánica, necesitamos colegios, deporte y planes urbanos que se adapten a las necesidades de los niños. Tenemos que volver a la idea que una parte esencial para la salud infantil es jugar, jugar sin metas ni objetivos, al menos, por unos minutos.
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