9/13/2017

Sacrificarse nunca resulta

“Con el tiempo me convertí en la mejor actriz, socialmente aparentamos ser la pareja perfecta, sin embargo la vida con mi esposo es una pesadilla. La verdad es que siempre lo ha sido, desde el día de mi boda supe que había tomado una mala decisión, lo presentí. En la luna de miel, descubrí su verdadero carácter, una forma de ser que mientras fuimos novios nunca mostró. 
Me comenzó a tratar muy mal, a menospreciarme, a hacerme sentir chiquita, cuánta razón le di entonces a las voces de mis papás que me habían aconsejado no casarme. Me embaracé de mi primera hija y las cosas parecieron mejorar. Sin embargo, lo que sucedió fue que poco a poco me acostumbré al maltrato y me fui encogiendo. 
Tuvimos otros dos hijos y con el tiempo me sentí una mártir, estaba convencida de que me sacrificaba por ellos. Nunca tuve el valor de separarme de él. 25 años de vida fui infeliz, hasta que su descaro y desamor eran tan evidentes que mis propios hijos lo notaron y me aconsejaron separarme”.
La historia de Lucía se repite una y otra vez de distintas maneras, parejas que no son felices pero deciden permanecer juntos “por sus hijos”. Historias que vistas a lo lejos pueden parecer nobles, pero de cerca son una película de terror. 

Si alguna vez te has sacrificado o has vivido alguna vez con alguien que todo el tiempo se sacrifica, sabrás lo doloroso y lamentable que es. Al inicio parece funcionar pero a la larga la mentira envenena. Todos pierden y nunca funciona, la ilusión de que las cosas se compondrán es pasajera y el costo es muy alto. Las caras pueden fingir, pero la energía que la desavenencia genera se percibe e impregna cada una de las paredes de la casa y sus habitantes. Y los niños son especialmente sensibles a ella, no hay manera de disimular. 

Sacrificarse en ningún caso es la solución, ni para salvar un matrimonio, ni para sacar adelante una empresa, ni para lograr el éxito personal. El sacrificio siempre pasa la factura, principalmente a nuestra salud. 

Sacrificarte, lejos de hacer bien, es solo un falso intercambio, entre más lo hacemos y más queremos dar, más creemos que es nuestro derecho recibir y merecer. Como eso seguramente no sucede, pues es una creencia que solo se encuentra en nuestra cabeza, los otros ni se enteran y el resentimiento se acrecienta por minutos a costa de nosotros, nuestra calidad de vida y de vivir encerrados en una prisión autogenerada. 

En el fondo el sacrificio también es miedo, cada vez que te sacrificas por algo o alguien conviene observar ¿a qué le temes? A quedarte solo, a no poder, a ser rechazado o a fracasar. Finalmente el sacrificio aunque no lo creas, también es una forma de control, lo podemos utilizar para controlar las relaciones, para aferrarnos a un pasado, a una imagen falsa de nosotros mismo, para evitar quedarnos solos o hasta para eludir la intimidad. Una de las excusas más frecuentes que escuchamos “es que lo hago por amor”. No te engañes, el sacrificio bajo ninguna manera u óptica puede ser por amor, en realidad es egoísmo. Soterradamente siempre hay una exigencia de que el otro o los otros también se sacrifiquen, el amor entonces se vuelve un deber, un trueque, y el infierno en vida se convierte en una realidad. La única manera de vivir una vida plena y gozosa es acudir al corazón y enfrentar la realidad, ¿por quién y por qué me sacrifico? Después, encontrar el valor para ser congruentes porque, no hay otra salida.

Te invito a observar los rostros de las personas en la calle y de paso si te encuentras con algún espejo o escaparate a observar el tuyo. ¿Qué ves? Por lo general vamos ensimismados, presos en nuestra historia a la que damos vuelta en nuestra mente como ratones que corren dentro de una rueda. No hay peor prisión que la de nuestros propios pensamientos, estamos tan inmersos en ellos que con el tiempo, crean una especie de capa densa y gris que incluso, llega a materializarse y nos impide ver todo lo que sí tenemos. Lo más irónico es que esa capa densa con frecuencia es una producción propia, es resultado de tener una vigía mental que no se separa un segundo de la puerta. No distinguimos entre el conflicto generado por los otros y el que genera nuestra propia mente. La única salida la puerta hacia la libertad, es emprender un viaje con dirección al corazón, ese lugar que creemos conocer y que reducimos a algunas ideas pero que sin embargo desconocemos por completo. Cuyo territorio es infinitamente vasto, abierto y misterioso, 

¿Qué nos impide conectar con ese espacio de silencio que ya es perfecto y que está aguardando nuestra visita?

El cuarto de espera, ¿alguna vez te has encontrado en él? Esperas que la vida te de felicidad, que alguien te ame, que aparezca la luz verde, la señal o que las cosas mejoren? Seamos honestos, esperas a tener el valor, a correr cero riesgos o a que te den una garantía. Si hay ocasiones en que esperar es sabio, sin embargo casi siempre la espera no es otra cosa más que un pretexto perder el tiempo. Temor a comprometerse, miedo a creer en las propias capacidades, aceptar y pasar por encima de todas las dudas que aparecen. 

En realidad no hay que esperar, en el corazón radica lo que ya sabes que tienes que hacer lo que es tu camino, tu felicidad, el amor y el éxito, solo es cuestión de confiar, confiar y dar el paso. Es como tener una cuenta millonaria en el banco y no usarla. Las señales que te encuentras en ese cuarto de espera son, sensación de escasez, de no fluir, estar estancado, postergar todo, de vacío, poca energía y cero motivaciones. 

Qué curiosos somos los seres humanos, tenemos cero paciencia para esperar lo que sea, por ejemplo, que se descarguen los documentos de la red, que nos sirvan en un restaurante o que nos atiendan en un banco, sin embargo, ponemos en espera nuestra propia vida. Cuando quedamos a la espera todo a nuestro alrededor sufre, empezando por nuestras relaciones. 

¿Cuántas veces los conflictos se alargan por que las dos personas esperan a que la otra ceda y tome la iniciativa? Bueno, y ni hablar de nuestra autoestima y nuestro trabajo, incluso envejecemos más rápido a la espera del momento adecuado para salir de deudas o terminar con los pendientes. Decimos que hay que esperar a terminar el año, a que los hijos se vayan de casa, para entonces sí, disfrutar de la vida. 

Una frase de un curso de milagros que siempre me ha impactado y que puede ser la salida de este cuarto de espera es: “Aquello que falta en una relación es lo que tú no has dado" Mientras no salgas, te tomes de la camisa y te saques de ese cuarto de espera, no podrás darte cuenta de lo que sí es posible y de lo que ya te aguarda. Para recibir de los otros, de las circunstancias y de la vida solo hay que “querer-querer”, y actuar. Para encontrar el valor, conecta con tu corazón, es desde ese lugar y con voluntad que la alquimia comienza y el universo se confabula para que todo se de.

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