Mi mayor sueño es sembrar semillas en el desierto, pero para lograrlo es preciso sembrar primero en el corazón de las personas.
Estas palabras reflejan la forma de pensar de Masanobu Fukuoka un hombre sabio que retomaremos en este post. Nació en la isla de Japón en 1913 y fue un gran promotor de la agricultura natural, realizó sus estudios de biología y se especializó en las enfermedades de las plantas, de joven trabajó como inspector aduanal y supervisor agrícola, esto le permitió conocer las bases científicas de la agricultura moderna.
Sin embargo a los 25 años de edad comenzó a dudar de la ciencia agrícola, dejó su trabajo y regresó a la granja familiar para cultivar la tierra. Desarrolló un sistema de cultivo único que se basa en reproducir las condiciones naturales tan fielmente como sea posible y en una visión filosófica llamada en japonés “no intervenir o forzar las cosas, para recibir de la tierra en lugar de exigir de ella hasta agotarla”.
Este sistema elimina además las labores innecesarias como la labranza, el deshierbe, la poda, la aplicación de abonos, fertilizantes, plaguicidas que por supuesto perjudican el ambiente. De esta forma, los elementos naturales se aprovechan mejor. El suelo se enriquece y al producción de los alimentos aumenta sin grandes esfuerzos.
Concibió un modo de sustituir el arado y el tractor, que consistió en mezclar semillas con barro y formar bolitas que después esparcía en el terreno, estas bolas de barro mantenían las semillas viables y se deshacían al primer contacto con la lluvia intensa para permitir el brote de las plantas. En esas bolitas se mezclaban las semillas de las plantas que se deseaban cultivar con las de otras plantas que germinaban primero y creaban una capa protectora y propicia para que las otras plantas que él quería se desarrollaran, pero que desalentaba el crecimiento de otras plantas.
Pues bien, Fukuoka seguía como principios un profundo respeto por los procesos naturales y una confianza plena en que la tierra nos provee de lo necesario si observamos con cuidado sus ciclos y ritmos para comprender cómo debemos acoplarnos a ellos.
Fukuoka veía la agricultura como un medio para lograr el desarrollo íntegro del ser humano en armonía con la naturaleza, consideraba a la agricultura como el “do” o el camino a la perfección, afirmaba que la forma de producir los alimentos, es en última instancia nuestra fábrica social, es decir nuestro estilo de vida, destino en el planeta y sentido de experiencia.
A través de este sistema producía casi el doble de granos de arroz y de mayor tamaño a comparación de los cultivados de manera tradicional. También logró recuperar y reverdecer tierras agotadas usando árboles capaces de extraer aguas del subsuelo y de crear un microclima húmedo que mejorara el suelo y el ambiente en general. Masanobu Fukuoka fue ampliamente conocido tras publicar sus libros “La revolución de Dios” y “La revolución de una brizna de paja”.
En 1988 recibió el Premio Ramón Magsaysay en la categoría Servicio Público, este galardón es considerado el Nobel asiático. Este sencillo pero brillante agricultor nos mostró que es posible lograr una producción agrícola verdaderamente sustentable en completa armonía con la naturaleza, por ello realmente le fue posible sembrar semillas en el desierto y claro, en el corazón de las personas.
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