"Acuérdate que tú eres la mejor” dice Leonardo a su hija Valeria, orgullosamente sin estar consciente de lo que esa frase implica en trasfondo. Desde siempre se lo ha dicho, desde siempre le ha enseñado a ser competitiva con los demás para sacar las mejores notas y motivarla aparentemente a dar lo mejor de sí.
Compara constantemente con sus amigas, primos, hermanos; Valeria gana trofeos en las actividades extra escolares, alcanza metas y se esfuerza en lo imposible por complacer a su papá. Todo es competencia en ella, hasta el más mínimo juego con sus hermanos a quien ella misma les dice: “Yo soy la mejor”.
¿Realmente el mundo es competitivo o para lograr avanzar debes superarte a ti mismo? ¿Cómo consigues superar retos y obstáculos? ¿Si luchas y compites contra los demás o contigo mismo? ¿Y sacas lo mejor de ti y te superas día tras día?
Creemos que vivimos en un mundo competitivo y que educarlos de esta manera es prepararlos para el futuro. Creemos que ser competitivo los motiva, que al compararlos con el hermano pequeño o el amigo, se esforzará cada día más. Si alguien te preguntara qué cualidades quisieras en tus hijos, seguramente dirías que quieres que sean buenas personas, con autoestima alta, con la capacidad de vencer obstáculos en la vida, que sean independientes, capaces de defender su punto de vista, con criterio propio y demás. Todas esas características que has imaginado para tus hijos, distan mucho del mundo competitivo en el que hoy los educas. Un mundo en el que no hay sentimiento de solidaridad y sociedad, en el que se pisa al de al lado, en el que las cosas funcionan a base de premios y lo mas importante es la autosatisfacción.
Es no respetar su autonomía y promover la responsabilidad. Es no dejarlos actuar en libertad ni ayudarles en sus fracasos, educarlos en competitividad no favorece a nuestros hijos una alta motivación de logro en la que se les brinde seguridad y se promueva el compromiso. ¿Es más sencillo darles libertad para actuar y luego apoyarlos en sus fallas? ¿O simplemente tomar la decisión por ellos, exigirles cero errores y si fallan regañarlos después?
Si alguna vez has dicho: “te lo dije, te ibas a caer” o “yo lo vi venir y te lo advertí”, ojo. El sociólogo alemán Burton Vogel, señala en su libro “El ocaso de la clase media”, que actualmente estamos ante padres que intentan combatir sus propias carencias formativas con un exceso de celo, se sienten vulnerables ante el paro y agobiados por el futuro. El temor a que sus hijos no consigan alcanzar su propio nivel de vida, les lleva a ofrecerles una agenda formativa perfecta y a contagiarles un afán competitivo.
En realidad deberíamos ser capaces de favorecer en nuestros hijos una motivación interna, el placer por aprender y no por un premio externo o como forma de evitar un castigo. Sin duda no es sencillo, sin embargo es importante tomar consciencia de nuestro papel como formadores. En un ambiente donde nuestro hijo se siente comparado con su hermano, con su vecino o con su amigo, hay competencia, tensión y presión.
Educarlos en competitividad es orientar su motivación al hecho de obtener reconocimiento, educarlos en competitividad es enseñarles que su triunfo se debe a la derrota del de al lado. ¿Te parece conveniente?
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